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LA ODISEA

contraído público matrimonio. Oh forastero, entiende bien lo que voy á decir, para que pronto obtengas de mi padre que te dé compañeros y te haga conducir á tu patria. Hallarás junto al camino un hermoso bosque de álamos, consagrado á Minerva, en el cual mana una fuente y á su alrededor se extiende un prado: allí tiene mi padre un campo y una viña floreciente, tan cerca de la ciudad que puede oirse el grito que en ésta se dé. Siéntate en aquel lugar y aguarda que nosotras, entrando en la población, lleguemos al palacio de mi padre. Y cuando juzgues que ya habremos de estar en casa, encamínate también á la ciudad y pregunta por la morada de mi padre, del magnánimo Alcínoo; la cual es fácil de conocer y á ella te conduciría hasta un niño, pues las demás casas de los feacios son muy diferentes de la del héroe Alcínoo. Después que entrares en el palacio y en el patio del mismo, atraviesa la sala rápidamente hasta que llegues adonde mi madre, sentada al resplandor del fuego del hogar, de espaldas á una columna, hila lana purpúrea, cosa admirable de ver, y tiene detrás de ella á las esclavas. Allí, arrimado á la misma columna, se levanta el trono en que mi padre se sienta y bebe vino como un inmortal. Pasa por delante de él y tiende los brazos á las rodillas de mi madre, para que pronto amanezca el alegre día de tu regreso á la patria, por lejos que ésta se halle. Pues si mi madre te fuere benévola, puedes concebir la esperanza de ver á tus amigos y de llegar á tu casa bien labrada y á tu patria tierra.»

316 Diciendo así, hirió con el lustroso azote las mulas, que dejaron al punto la corriente del río, pues trotaban muy bien y alargaban el paso en la carrera. Nausícaa tenía las riendas, para que pudiesen seguirla á pie las esclavas y Ulises, y aguijaba con gran discreción á las mulas. Poníase el sol cuando llegaron al magnífico bosque consagrado á Minerva. Ulises se sentó en él y acto seguido suplicó de esta manera á la hija del gran Júpiter:

324 «¡Óyeme, hija de Júpiter, que lleva la égida! ¡Indómita deidad! Atiéndeme ahora ya que nunca lo hiciste cuando me maltrataba el ínclito dios que bate la tierra. Concédeme que, al llegar á los feacios, me reciban éstos como amigo y de mí se apiaden.»

328 Tal fué su plegaria que oyó Palas Minerva. Pero la diosa no se le apareció aún, porque temía á su tío paterno, quien estuvo vivamente irritado contra Ulises, mientras el héroe no arribó á su patria.