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CANTO CUARTO

en el palacio. Vaya alguna á llamar prestamente al anciano Dolio, mi esclavo, el que me dió mi padre cuando vine aquí y cuida de mi huerto poblado de muchos árboles, para que corra á encontrar á Laertes y se lo cuente todo; por si Laertes, ideando algo, sale á quejarse de los ciudadanos que desean exterminarle el linaje, el de Ulises igual á un dios.»

742 Díjole entonces Euriclea, su nodriza amada: «¡Niña querida! Ya me mates con el cruel bronce, ya me dejes viva en el palacio, nada te quiero ocultar. Yo lo supe todo y di á Telémaco cuanto me ordenara—pan y dulce vino—pero hízome prestar solemne juramento de que no te lo dijese hasta el duodécimo día ó hasta que te aquejara el deseo de verle ú oyeras decir que había partido, á fin de evitar que lloraras, dañando así tu hermoso cuerpo. Mas ahora, sube con tus esclavas á lo alto de la casa, lávate, envuelve tu cuerpo en vestidos puros, ora á Minerva hija de Júpiter, que lleva la égida, y la diosa salvará á tu hijo de la muerte. No angusties más á un anciano afligido, pues yo no creo que el linaje del Arcesíada les sea odioso hasta tal grado á los bienaventurados dioses; sino que siempre quedará alguien que posea la casa de elevada techumbre y los extensos y fértiles campos.»

758 Así le dijo y calmóle el llanto, consiguiendo que sus ojos dejaran de llorar. Lavóse Penélope, envolvió su cuerpo en vestidos puros, subió con las esclavas á lo alto de la casa, puso las molas en un cestillo, y oró de este modo á la diosa Minerva:

762 «¡Óyeme, hija de Júpiter que lleva la égida; indómita deidad! Si alguna vez el ingenioso Ulises quemó en tu honor, dentro del palacio, pingües muslos de buey ó de oveja; acuérdate de los mismos, sálvame el hijo amado y aparta á los perversos y ensoberbecidos pretendientes.»

767 En acabando de hablar dió un grito; y la diosa escuchó la plegaria. Los pretendientes movían alboroto en la obscura sala, y uno de los soberbios jóvenes dijo de esta guisa:

770 «La reina, á quien tantos pretenden, debe de aparejar el casamiento é ignora que su hijo ya tiene la muerte preparada.»

772 Así habló; pero no sabían lo que dentro pasaba. Y Antínoo arengóles diciendo:

774 «¡Desgraciados! Absteneos todos de pronunciar frases insolentes; no sea que alguno vaya á contarlas á Penélope. Mas, ea, levantémonos y pongamos en obra, silenciosamente, el proyecto que á todos nos place.»