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CANTO TERCERO

vayamos sin realizar aquello por lo cual vinimos en la veloz nave negra.»

62 Tal fué su ruego, y ella misma cumplió lo que acababa de pedir. Entregó en seguida la hermosa copa doble á Telémaco, y el caro hijo de Ulises oró de semejante manera. Asados ya los cuartos delanteros, retiráronlos, dividiéronlos en partes y celebraron un gran banquete. Y cuando hubieron satisfecho el deseo de comer y de beber, Néstor, el caballero gerenio, comenzó á decirles:

69 «Ésta es la ocasión más oportuna para interrogar á los huéspedes é inquirir quiénes son, ahora que se han saciado de comida: ¡Forasteros! ¿Quiénes sois? ¿De dónde llegasteis, navegando por los húmedos caminos? ¿Venís por algún negocio ó andáis por el mar, á la ventura, como los piratas que divagan, exponiendo su vida y produciendo daño á los hombres de extrañas tierras?»

75 Respondióle el prudente Telémaco, muy alentado, pues la misma Minerva le infundió audacia en el pecho para que preguntara por el ausente padre y adquiriera gloriosa fama entre los hombres:

79 «¡Néstor Nelida, gloria insigne de los aqueos! Preguntas de dónde somos. Pues yo te lo diré. Venimos de Ítaca, situada al pie del Neyo, y el negocio que nos trae no es público, sino particular. Ando en pos de la gran fama de mi padre, por si oyere hablar del divino y paciente Ulises; el cual, según afirman, destruyó la ciudad troyana, combatiendo contigo. De todos los que guerrearon contra los teucros, sabemos dónde padecieron deplorable muerte; pero el Saturnio ha querido que la de aquél sea ignorada: nadie puede indicarnos claramente dónde pereció, ni si ha sucumbido en el continente, por mano de enemigos, ó en el piélago, entre las ondas de Anfitrite. Por esto he venido á abrazar tus rodillas, por si quisieras contarme la triste muerte de aquél, ora la hayas visto con tus ojos, ora te la haya relatado algún peregrino, que muy sin ventura le parió su madre. Y nada atenúes por respeto ó compasión que me tengas; al contrario, entérame bien de lo que hayas visto. Yo te lo ruego: si mi padre, el noble Ulises, te cumplió algún día la palabra que te hubiese dado; ó llevó á su término una acción que te hubiera prometido, allá en el pueblo de los troyanos donde tantos males padecisteis los aquivos; acuérdate de ello y dime la verdad de lo que te pregunto.»

102 Respondióle Néstor, el caballero gerenio: «¡Oh amigo! Me traes á la memoria las calamidades que en aquel pueblo sufrimos los aqueos, indomables por el valor, unas veces vagando en las na-