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CANTO VIGÉSIMO SEGUNDO

Océano á la hora en que sueles traerles las cabras á los pretendientes para aparejar su almuerzo.»

200 Así se quedó Melantio, suspendido del funesto lazo; y aquéllos se armaron en seguida, cerraron la espléndida puerta y fuéronse hacia el prudente y sagaz Ulises, á cuyos lados se pusieron, respirando valor. Eran, pues, cuatro los del umbral, y muchos y fuertes los de dentro de la sala. Poco tardó en acercárseles Minerva, hija de Júpiter, que había tomado el aspecto y la voz de Méntor. Ulises se alegró de verla y le dijo estas palabras:

208 «¡Méntor! Aparta de nosotros el infortunio y acuérdate del compañero amado que tanto bien acostumbraba hacerte; pues eres coetáneo mío.»

210 De tal suerte habló, sin embargo de haber reconocido á Minerva, que enardece á los guerreros. Por su parte zaheríanla los pretendientes en la sala, comenzando por Agelao Damastórida, que así le dijo:

213 «¡Méntor! No te persuada Ulises con sus palabras á que los auxilies, luchando contra los pretendientes; pues me figuro que se llevará al cabo nuestro propósito de la siguiente manera: así que los matemos á entrambos, al padre y al hijo, también tú perecerás por las cosas que quieres hacer en el palacio y que has de expiar con tu cabeza, y cuando el bronce haya dado fin á vuestra violencia, sumaremos á los de Ulises todos los bienes de que disfrutas dentro y fuera de la población, y no permitiremos ni que tus hijos é hijas habiten en tu palacio, ni que tu casta esposa ande por la ciudad de Ítaca.»

224 Tal dijo. Acrecentósele á Minerva el enojo que sentía en su corazón é increpó á Ulises con airadas voces:

226 «Ya no hay en ti, oh Ulises, aquel vigor ni aquella fortaleza con que durante nueve años luchaste continuamente contra los teucros por Helena, la de los níveos brazos, hija de nobles padres; y diste muerte á muchos varones en la terrible pelea; y por tu consejo fué tomada la ciudad de Príamo, la de anchas calles. ¿Cómo, pues, llegado á tu casa y á tus posesiones, no te atreves á ser esforzado contra los pretendientes? Mas, ea, ven acá, amigo, colócate junto á mí, contempla mis hechos, y sabrás cómo Méntor Alcímida se porta con tus enemigos para devolverte los favores que le hiciste.»

236 Dijo; mas no le dió completamente la indecisa victoria, porque deseaba probar la fuerza y el valor de Ulises y de su hijo glorioso. Y, tomando el aspecto de una golondrina, emprendió el vuelo y fué á posarse en una de las vigas de la espléndida sala.