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LA ODISEA

153 Respondióle el prudente Telémaco: «¡Oh padre! Yo tuve la culpa y no otro alguno, pues dejé sin cerrar la puerta sólidamente encajada del aposento. Su espía ha sido más hábil. Ve tú, divinal Eumeo, á cerrar la puerta y averigua si quien hace tales cosas es una mujer ó Melantio, el hijo de Dolio, como yo presumo.»

160 Así éstos conversaban, cuando el cabrero Melantio volvió á la estancia para sacar otras magníficas armas. Advirtiólo el divinal porquerizo y al punto dijo á Ulises, que estaba á su lado:

164 «¡Laertíada, de jovial linaje! ¡Ulises, fecundo en recursos! Aquel hombre pernicioso en quien sospechábamos vuelve al aposento. Dime claramente si lo he de matar, en el caso de ser yo el más fuerte, ó traértelo aquí, para que pague las muchas demasías que cometió en tu casa.»

170 Respondióle el ingenioso Ulises: «Yo y Telémaco resistiremos en esta sala á los ilustres pretendientes, aunque están muy enardecidos; y vosotros id, retorcedle hacia atrás los pies y las manos, echadle en el aposento y, cerrando la puerta, atadle una soga bien torcida y levantadlo á la parte superior de una columna, junto á las vigas, para que viva y padezca fuertes dolores por largo tiempo.»

178 De tal modo habló; y ellos le escucharon y obedecieron, encaminándose á la cámara sin que lo advirtiese Melantio que ya estaba en la misma. Halláronle ocupado en buscar armas en lo más hondo de la habitación y pusiéronse respectivamente á derecha é izquierda de la entrada, delante de las jambas. Y apenas el cabrero Melantio iba á pasar el umbral con un hermoso yelmo en una de las manos y en la otra un escudo grande, muy antiguo, cubierto de moho, que el héroe Laertes llevara en su juventud y que se hallaba abandonado y con las correas descosidas; aquéllos se le echaron encima, lo asieron y lo llevaron adentro, arrastrándolo por la cabellera; en seguida tiráronlo contra la tierra, angustiado en su corazón, y, retorciéndole hacia atrás los pies y las manos, sujetáronselos juntamente con un penoso lazo, conforme á lo dispuesto por el hijo de Laertes, por el paciente divinal Ulises; atáronle luego una soga bien torcida y levantáronle á la parte superior de una columna, junto á las vigas. Entonces fué cuando, haciendo burla de él, le dijiste así, porquerizo Eumeo:

195 «Ya, oh Melantio, velarás toda la noche, acostado en esa blanda cama cual te mereces; y no te pasará inadvertida la Aurora de áureo trono, hija de la mañana, cuando salga de las corrientes del