Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/295

Esta página ha sido corregida
295
CANTO VIGÉSIMO SEGUNDO

tes levantaron un gran tumulto dentro del palacio; dejaron las sillas y, moviéndose por la sala, recorrieron con los ojos las bien labradas paredes; pero no había ni un escudo siquiera, ni una fuerte lanza de que echar mano. É increparon á Ulises con airadas voces:

27 «¡Oh forastero! Mal haces en disparar el arco contra los hombres. Pero ya no te hallarás en otros certámenes: ahora te aguarda una terrible muerte. Quitaste la vida á un varón que era el más señalado de los jóvenes de Ítaca, y por ello te comerán aquí mismo los buitres.»

31 Así hablaban, figurándose que había muerto á aquel hombre involuntariamente. No pensaban los muy simples que la ruina pendiera sobre ellos. Pero, encarándoles la torva faz, les dijo el ingenioso Ulises:

35 «¡Ah perros! No creíais que volviese del pueblo troyano á mi morada y me arruinabais la casa, forzabais las mujeres esclavas y, estando yo vivo, pretendíais á mi esposa; sin temer á los dioses que habitan el vasto cielo, ni recelar venganza alguna de parte de los hombres. Ya pende la ruina sobre vosotros todos.»

42 Así se expresó. Todos se sintieron poseídos del pálido temor y cada uno buscaba adonde huiría para librarse de una muerte espantosa. Y Eurímaco fué el único que le contestó diciendo:

45 «Si eres en verdad Ulises itacense, que has vuelto, te asiste la razón al hablar de este modo de cuanto hacían los aqueos; pues se han cometido muchas iniquidades en el palacio y en el campo. Pero yace en tierra quien fué el culpable de todas estas cosas, Antínoo; el cual promovió dichas acciones, no porque tuviera necesidad ó deseo de casarse, sino por haber concebido otros designios que el Saturnio no llevó al cabo, es á saber, para reinar sobre el pueblo de la bien construída Ítaca, matando á tu hijo con asechanzas. Ya lo ha pagado con su vida, como era justo; mas tú perdona á tus conciudadanos, que nosotros, para aplacarte públicamente, te resarciremos de cuanto se ha comido y bebido en el palacio, estimándolo en el valor de veinte bueyes por cabeza, y te daremos bronce y oro hasta que tu corazón se satisfaga; pues antes no se te puede reprochar que estés irritado.»

60 Mirándole con torva faz, le contestó el ingenioso Ulises: «¡Eurímaco! Aunque todos me dierais vuestro respectivo patrimonio, añadiendo á cuanto tengáis otros bienes de distinta procedencia, ni aun así se abstendrían mis manos de matar hasta que todos los pretendientes hayáis pagado por completo vuestras demasías. Ahora se