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CANTO VIGÉSIMO PRIMERO

Tomó el héroe una veloz flecha que estaba encima de la mesa, porque las otras se hallaban dentro de la hueca aljaba, aunque muy pronto habían de gustarlas los aqueos. Y acomodándola al arco, tiró á la vez de la cuerda y de las barbas, allí mismo, sentado en la silla; apuntó al blanco, despidió la saeta y no erró á ninguna de las segures, desde el primer agujero hasta el último: la flecha, que el bronce hacía ponderosa, las atravesó todas y salió afuera. Después de lo cual dijo á Telémaco:

424 «¡Telémaco! No te afrenta el huésped que está en tu palacio: ni erré el blanco, ni me costó gran fatiga armar el arco; mis fuerzas están íntegras todavía, no cual los pretendientes, menospreciándome, me lo echaban á la cara. Pero ya es hora de aprestar la cena á los aqueos, mientras hay luz; para que después se deleiten de otro modo, con el canto y la cítara, que son los ornamentos del banquete.»

431 Dijo, é hizo con las cejas una señal. Y Telémaco, el caro hijo del divinal Ulises, ciñó la aguda espada, asió su lanza y, armado de reluciente bronce, se puso en pie al lado de la silla, junto á su padre.