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LA ODISEA

de alabar á mi madre? Ea, pues, no difiráis la lucha con pretextos y no tardéis en hacer la prueba de armar el arco, para que os veamos. También yo lo intentaré; y si logro armarlo y hacer pasar la flecha á través del hierro, mi veneranda madre no me dará el disgusto de irse con otro y abandonar el palacio; pues me dejaría en él, cuando ya pudiera alcanzar la victoria en los hermosos juegos de mi padre.»

118 Dijo; y, poniéndose en pie, se quitó el purpúreo manto y descolgó de su hombro la aguda espada. Acto continuo comenzó por hincar las segures, abriendo para todas un gran surco, alineándolas á cordel, y poniendo tierra á entrambos lados. Todos se quedaron sorprendidos al notar con qué buen orden las colocaba, sin haber visto nunca aquel juego. De seguida fuése al umbral y probó á tender el arco. Tres veces lo movió, con el deseo de armarlo, y tres veces hubo de desistir de su propósito; aunque sin perder la esperanza de tirar de la cuerda y hacer pasar la flecha á través del hierro. Y lo hubiese armado, tirando con gran fuerza por la cuarta vez; pero Ulises se lo prohibió con una seña y le contuvo en su deseo. Entonces habló de esta manera el esforzado y divinal Telémaco:

131 «¡Oh dioses! Ó tengo que ser en adelante ruin y menguado, ó soy aún demasiado joven y no puedo confiar en mis brazos para rechazar á quien me ultraje. Mas, ea, probad el arco vosotros, que me superáis en fuerzas, y acabemos el certamen.»

136 Diciendo así, puso el arco en el suelo, arrimándolo á las tablas de la puerta que estaban sólidamente unidas y bien pulimentadas; dejó la veloz saeta apoyada en el hermoso anillo; y volvióse al asiento que antes ocupaba. Y Antínoo hijo de Eupites, les habló de esta manera:

141 «Levantaos consecutivamente, compañeros, empezando por la derecha del lugar donde se escancia el vino.»

143 De tal modo se expresó Antínoo y á todos les plugo cuanto dijo. Levantóse el primero Liodes, hijo de Énope, el cual era el arúspice de los pretendientes y acostumbraba sentarse en lo más hondo, al lado de la magnífica cratera, siendo el único que aborrecía las iniquidades y que se indignaba contra los demás pretendientes. Tal fué quien primero tomó el arco y la veloz flecha. En seguida se encaminó al umbral y probó el arco; mas no pudo tenderlo, que antes se le fatigaron, con tanto tirar, sus manos blandas y no encallecidas. Y al momento hablóles así á los demás pretendientes: