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LA ODISEA

ha, si no le hubiese parecido más útil irse por la vasta tierra para juntar riquezas; como que sobresale por sus astucias entre los mortales hombres y con él no puede rivalizar ninguno. Así me lo dijo Fidón, rey de los tesprotos, y juró en mi presencia, haciendo libaciones en su casa, que ya habían botado la nave al mar y estaban á punto los compañeros para conducirlo á su tierra. Pero antes envióme á mí, porque se ofreció casualmente un barco de varones tesprotos que iba á Duliquio, la abundosa en trigo. Y me mostró todos los bienes que Ulises había juntado, con los cuales pudiera mantenerse un hombre y sus descendientes hasta la décima generación: ¡tantos objetos preciosos tenía en el palacio de aquel rey! Añadió que Ulises estaba en Dodona para saber por la alta encina la voluntad de Júpiter acerca de si convendría que volviese manifiesta ó encubiertamente á su patria, de la cual tanto ha que se halla ausente. Salvo está, pues, y vendrá pronto, que no permanecerá mucho tiempo alejado de sus amigos y de su patria; y sobre este punto voy á prestar un juramento. Sean testigos Júpiter, el más excelso y poderoso de los dioses, y el hogar del irreprochable Ulises á que he llegado, de que todo se cumplirá como lo digo: Ulises vendrá aquí este año, al terminar el corriente mes y comenzar el próximo

308 Respondióle la discreta Penélope: «Ojalá se cumpliese cuanto dices, oh forastero, que bien pronto conocerías mi amistad, pues te haría tantos regalos que te considerara dichoso quien contigo se encontrase. Pero mi ánimo presiente lo que ha de ocurrir: ni Ulises volverá á esta casa, ni tú conseguirás que te lleven á la tuya; que no hay en el palacio quienes lo rijan, siendo cual era Ulises—si todo no fué un sueño—para acoger y conducir á los venerables huéspedes. Mas vosotras, criadas, lavad al huésped y aparejadle un lecho, con su cama, mantas y colchas espléndidas; para que, calentándose bien, aguarde la aparición de la Aurora de áureo trono. Mañana, muy temprano, bañadle y ungidle; y coma aquí dentro, en esta sala, al lado de Telémaco. Mal para aquél que con el ánimo furioso le molestare, pues será la última acción que aquí realice por muy irritado que se ponga. ¿Cómo sabrías, oh huésped, si aventajo á las demás mujeres en inteligencia y prudente consejo, si dejara que así, tan sucio y miserablemente vestido, comieras en el palacio? Son los hombres de vida corta: el cruel, el que procede inicuamente, consigue que todos los mortales le imprequen desventuras mientras vive y que todos lo insulten después que ha muerto; mas, el intachable, el que se porta con corrección, alcanza una fama grandísima