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LA ODISEA

bro derecho, hacia la extremidad de la espalda. Ulises se mantuvo firme como una roca, sin que el golpe de Antínoo le hiciera vacilar; pero meneó en silencio la cabeza, agitando en lo íntimo de su espíritu siniestros propósitos. Retrocedió en seguida al umbral, sentóse, puso en tierra el zurrón que llevaba repleto, y dijo á los pretendientes:

468 «Oídme, pretendientes de la ilustre reina, para que os manifieste lo que en el pecho el ánimo me ordena deciros. Ningún varón siente dolor en el alma ni pesar alguno, al ser herido cuando pelea por sus haciendas, por sus bueyes ó por sus blancas ovejas; mas Antínoo hirióme á mí por causa del odioso y funesto vientre, que tantos males acarrea á los hombres. Si en alguna parte hay dioses y furias para los mendigos, cójale la muerte á Antínoo antes que el casamiento se lleve á término.»

477 Díjole nuevamente Antínoo, hijo de Eupites: «Come sentado tranquilamente, oh forastero, ó vete á otro lugar: no sea que, con motivo de lo que hablas, estos jóvenes te arrastren por la casa, asiéndote de un pie ó de una mano, y te laceren todo el cuerpo.»

481 Tales fueron sus palabras. Todos sintieron vehemente indignación y alguno de aquellos soberbios mozos habló de esta manera:

483 «¡Antínoo! No procediste bien, hiriendo al infeliz vagabundo. ¡Insensato! ¿Y si por acaso fuese alguna celestial deidad...? Que los dioses, haciéndose semejantes á huéspedes de otros países y tomando toda clase de figuras, recorren las ciudades para conocer la insolencia ó la justicia de los hombres.»

488 Así hablaban los pretendientes, pero Antínoo no hizo caso de sus palabras. Telémaco sintió en su pecho una gran pena por aquel golpe, sin que por esto le cayese ninguna lágrima desde los ojos al suelo; pero meneó en silencio la cabeza, agitando en lo íntimo de su espíritu siniestros propósitos.

492 Cuando la discreta Penélope oyó decir que al huésped lo había herido Antínoo en el palacio, habló así en medio de sus esclavas: «¡Ojalá Apolo, célebre por su arco, te hiriese á ti de la misma manera!»

495 Díjole entonces Eurínome, la despensera: «Si nuestros votos se cumpliesen, ninguno de aquellos viviría cuando se descubra la Aurora, de hermoso trono.»

498 Respondióle la discreta Penélope: «¡Ama! Todos son aborrecibles porque traman acciones inicuas; pero Antínoo casi tanto como la negra Parca. Un infeliz forastero anda por el palacio y pide limos-