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LA ODISEA

bras:«¡Ah, famoso porquero! ¿Por qué lo trajiste á la ciudad? ¿Acaso no tenemos bastantes vagabundos, que son mendigos importunos y peste de los festines? ¿Ó te parece poco que los que aquí se juntan devoren los bienes de tu señor y has ido á otra parte á llamar á éste?»

380 Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo: «¡Antínoo! No hablas bien, aunque seas noble. ¿Quién iría á parte alguna á llamar á nadie, como no fuere de los que ejercen su profesión en el pueblo: un adivino, un médico para curar las enfermedades, un carpintero ó un divinal aedo que nos deleite cantando? Éstos son los mortales á quienes se llama en la tierra inmensa; y nadie traería á un pobre para que le arruinase. Siempre has sido el más áspero de todos los pretendientes para los esclavos de Ulises y en especial para mí; aunque no por ello he de preocuparme, mientras me vivan en el palacio la discreta Penélope y Telémaco, semejante á un dios.»

392 Contestóle el prudente Telémaco: «Calla, no le respondas largamente; que Antínoo suele irritarnos siempre y de mal modo con ásperas palabras, é incita á los demás á hacer lo propio.»

396 Dijo; y hablóle á Antínoo con estas aladas palabras: «¡Antínoo! ¡En verdad que te tomas por mí tan buen cuidado como un padre por su hijo, cuando con duras voces me ordenas arrojar del palacio á ese huésped! ¡No permitan los númenes que así suceda! Coge algo y dáselo, que no te lo prohibo, antes bien te invito á hacerlo; y no temas que lo lleven á mal ni mi madre, ni ninguno de los esclavos que viven en la casa del divinal Ulises. Mas no hay en tu pecho tal propósito, que prefieres comértelo á darlo á nadie.»

405 Antínoo le respondió diciendo: «¡Telémaco altílocuo, incapaz de moderar tus ímpetus! ¿Qué has dicho? Si todos los pretendientes le dieran tanto como yo, se estaría tres meses en su casa, lejos de nosotros.»

409 Así habló; y mostróle, tomándolo de debajo de la mesa, el escabel en que apoyaba sus nítidas plantas cuando asistía á los banquetes. Pero todos los demás le dieron algo, de modo que el zurrón se llenó de pan y de carne. Y ya Ulises iba á tornar al umbral para comer lo que le habían regalado los aqueos, pero se detuvo cerca de Antínoo y le dijo estas palabras:

415 «Dame algo, amigo; que no me pareces el peor de los aqueos, sino, por el contrario, el mejor; ya que te asemejas á un rey. Por eso te corresponde á ti, más aún que á los otros, darme pan; y yo divulgaré tu fama por la tierra inmensa. En otra época, también yo fuí