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LA ODISEA

colocarla junto á la mesa de Telémaco, en frente de éste, que se hallaba sentado. Y luego sirvióle el heraldo vianda y pan, sacándolo de un canastillo.

336 Poco después que Eumeo penetró Ulises en el palacio, transfigurado en un viejo y miserable mendigo que se apoyaba en el bastón y llevaba feas vestiduras. Sentóse en el umbral de fresno, á la parte interior de la puerta, y se recostó en la jamba de ciprés que en otro tiempo el artífice había pulido hábilmente y enderezado valiéndose de un nivel. Y Telémaco llamó al porquerizo y le dijo, después de tomar un pan entero del hermoso canasto y tanta carne como le cupo en sus manos:

345 «Dáselo al forastero y mándale que pida á todos los pretendientes, acercándose á los mismos; que al que está necesitado no le conviene ser vergonzoso.»

348 Así se expresó. Fuése el porquero al oirlo y, llegado que hubo adonde estaba Ulises, díjole estas aladas palabras:

350 «¡Oh forastero! Telémaco te da lo que te traigo y te manda que pidas á todos los pretendientes, acercándote á los mismos; pues dice que al mendigo no le conviene ser vergonzoso.»

353 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Júpiter soberano! Haz que Telémaco sea dichoso entre los hombres y que se cumpla cuanto su corazón desea.»

356 Dijo; tomó las viandas con las dos manos, las puso delante de sus pies, encima del astroso zurrón, y comió mientras el aedo cantaba en el palacio; de suerte que cuando acabó la cena, el divinal aedo llegaba al fin de su canto. Los pretendientes empezaron á mover alboroto en la sala, y Minerva se acercó á Ulises Laertíada excitándole á que les pidiera algo y fuera recogiendo mendrugos, para que conociese cuáles de aquéllos eran justos y cuáles malvados, aunque ninguno tenía que librarse de la ruina. Fué, pues, el héroe á pedirle á cada varón, comenzando por la derecha, y á todos les alargaba la mano como si desde largo tiempo mendigase. Ellos, compadeciéndole, le daban limosna, le miraban con extrañeza y preguntábanse unos á otros quién era y de dónde había venido. Y el cabrero Melantio hablóles de esta suerte:

370 «Oídme, oh pretendientes de la ilustre reina, que os voy á hablar del forastero, á quien vi antes de ahora. Guiábalo hacia acá el porquerizo, pero á él no le conozco, ni sé de dónde se precia de ser por su linaje.»

374 Así les habló; y Antínoo increpó al porquerizo con estas pala-