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CANTO DÉCIMOSEXTO

los bienes paternos, de hoy más no le comamos en gran abundancia, reunidos todos aquí, las agradables riquezas; antes bien, pretenda cada cual desde su casa á Penélope, solicitándola con regalos de boda, y cásese ella con quien le haga más presentes y venga designado por el destino.»

393 Así habló. Todos enmudecieron y quedaron silenciosos, hasta que les arengó el preclaro hijo del rey Niso Aretíada, Anfínomo, que había venido de la herbosa Duliquio, abundante en trigo, estaba á la cabeza de los pretendientes y era el más grato á Penélope porque sus palabras revelaban buenos sentimientos. Éste, pues, les arengó con benevolencia diciendo:

400 «¡Oh amigos! Yo no quisiera matar de tal suerte á Telémaco, que es grave cosa destruir el linaje de los reyes; sino consultar primeramente la voluntad de las deidades. Si los decretos del gran Júpiter lo aprobaren, yo mismo lo mataría, exhortándoos á todos á que me ayudarais; mas si los dioses nos apartaren de este propósito, os invitaría á que desistierais.»

406 De tal manera se expresó Anfínomo y á todos les plugo lo que dijo. Levantáronse en seguida, fuéronse á la casa de Ulises y, en llegando, tomaron asiento en pulimentadas sillas.

409 Entonces la prudente Penélope decidió otra cosa: mostrarse á los pretendientes, que se portaban con orgullosa insolencia; pues supo por el heraldo Medonte, el cual había escuchado las deliberaciones, que en el palacio se tramaba la muerte de su propio hijo. Fuése hacia la sala, acompañándola sus esclavas. Cuando la divina entre las mujeres hubo llegado adonde estaban los pretendientes, paróse ante la columna que sostenía el techo sólidamente construído, con las mejillas cubiertas por espléndido velo, é increpó á Antínoo, diciéndole de esta suerte:

418 «¡Antínoo, poseído de insolencia, urdidor de maldades! Dicen en el pueblo de Ítaca que descuellas sobre los de tu edad en el consejo, y en la palabra, mas no eres ciertamente cual se figuran. ¡Desatinado! ¿Por qué estás maquinando cómo dar á Telémaco la muerte y el destino, y no te cuidas de los suplicantes, los cuales tienen por testigo á Júpiter? No es justo que traméis males los unos contra los otros. ¿Acaso ignoras que tu padre vino acá huído, con gran temor del pueblo? Hallábase éste muy irritado contra él, porque había ido en conserva de los piratas tafios á causar daño á los tesprotos, nuestros aliados; y querían matarlo, y arrancarle el corazón, y devorar sus muchos y agradables bienes; pero Ulises los