Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/218

Esta página ha sido corregida
218
LA ODISEA

que presenciar continuamente esas acciones inicuas: huéspedes maltratados, siervas forzadas indignamente en las hermosas estancias, el vino exhausto; y los pretendientes comiendo de temerario modo, sin cesar, y por una empresa que no ha de llevarse á cumplimiento.»

112 Respondióle el prudente Telémaco: «¡Oh forastero! Voy á informarte con gran sinceridad. No me hice odioso para que se airara conmigo todo el pueblo; ni tampoco he de quejarme de los hermanos, con cuya ayuda cualquier hombre pelea confiadamente aunque sea grande la lucha que se suscite, pues el Saturnio hizo que fueran siempre unigénitos los de mi linaje: Arcesio engendró á Laertes, su hijo único; éste no engendró más que á mi padre Ulises; y Ulises, después de haberme engendrado á mí tan solamente, dejóme en el palacio y no disfrutó de mi compañía. Por esto hay en mi mansión innumerables enemigos. Cuantos próceres mandan en las islas, en Duliquio, en Same y en la selvosa Zacinto, y cuantos imperan en la áspera Ítaca, todos pretenden á mi madre y arruinan nuestra casa. Mi madre ni rechaza las odiosas nupcias, ni sabe poner fin á tales cosas; y aquéllos comen y agotan mi hacienda, y pronto acabarán conmigo mismo. Mas el asunto está en mano de los dioses. Y ahora tú, abuelo, ve aprisa y dile á la discreta Penélope que estoy en salvo y que he llegado de Pilos. Yo me quedaré aquí y tú vuelve inmediatamente que se lo hayas participado, pero á ella sola y sin que ninguno de los aqueos se entere; pues son muchos los que maquinan en mi daño cosas malas.»

135 Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo: «Entiendo, hágome cargo, lo mandas á quien te comprende. Mas, ea, habla y dime con sinceridad si me iré de camino á participárselo al infortunado Laertes; el cual, aunque pasaba gran pena por la ausencia de Ulises, iba á vigilar las labores y dentro de su casa comía y bebía con los siervos cuando su ánimo se lo aconsejaba; pero dicen que ahora, desde que te fuiste en la nave á Pilos, no come ni bebe como acostumbraba, ni vigila las labores, antes está sollozando y lamentándose, y la piel se le seca en torno á los huesos.»

146 Contestóle el prudente Telémaco: «Muy triste es, pero dejémoslo aunque nos duela; que si todo se hiciese al arbitrio de los mortales, escogeríamos primeramente que luciera el día del regreso de mi padre. Tú vuelve así que hayas dado la noticia y no vagues por los campos en busca de aquél; pero encarga á mi madre que le envíe escondidamente y sin perder tiempo la esclava despensera; y ésta se lo participará al anciano.»