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LA ODISEA

sultarle muchas cosas, porque me había criado juntamente con Ctímene, la de largo peplo, su hija ilustre, á quien parió la postrimera: juntos nos criamos, y era yo honrado casi lo mismo que su hija. En llegando á la deseable pubertad, á Ctímene casáronla en Same, recibiendo por su causa infinitos dones; y á mí púsome aquélla un manto y una túnica, vestidos muy hermosos, dióme con que calzar los pies, me envió al campo y aún me quiso más en su corazón. Ahora me falta su amparo, pero las bienaventuradas deidades prosperan la obra en que me ocupo, de la cual como y bebo, y hasta doy limosna á venerandos suplicantes. Pero no me es posible oir al presente dulces palabras de mi señora ni lograr de ella ninguna merced, pues el infortunio entró en el palacio con la llegada de esos hombres tan soberbios; y, con todo, tienen los criados gran precisión de hablar con su dueña y hacerle preguntas sobre cada asunto, y comer y beber, y llevarse al campo alguno de aquellos presentes que alegran el ánimo de los servidores.»

380 Respondióle el ingenioso Ulises: «¡Oh dioses! ¡Cómo, niño aún, oh porquerizo Eumeo, tuviste que vagar tanto y tan lejos de tu patria y de tus padres! Mas, ea, dime, hablando sinceramente, si fué destruída la ciudad de anchas calles en que habitaban tu padre y tu veneranda madre; ó si, habiéndote quedado solo junto al ganado de ovejas ó de bueyes, unos piratas te echaron mano y te trajeron en sus naves para venderte en la casa de este varón que les entregó un buen precio.»

389 Díjole entonces el porquerizo, mayoral de los pastores: «¡Huésped! Ya que sobre esto me preguntas é interrogas, óyeme y recréate, sentado y bebiendo vino. Estas noches son inmensas, hay en las mismas tiempo para dormir y tiempo para deleitarse oyendo relatos, y á ti no te cumple irte á la cama antes de la hora, puesto que daña el dormir demasiado. De los demás aquél á quien el corazón y el ánimo se lo aconseje, salga y acuéstese; y, no bien raye el día, tome el desayuno y váyase con los puercos de su señor. Nosotros, bebiendo y comiendo en la cabaña, deleitémonos con renovar la memoria de nuestros tristes infortunios; pues halla placer en el recuerdo de los trabajos sufridos, quien padeció muchísimo y anduvo errante largo tiempo. Voy, pues, á hablarte de aquello acerca de lo cual me preguntas é interrogas.

403 »Hay una isla que se llama Siria—quizás la oíste nombrar—sobre Ortigia, donde el sol vuelve su giro: no está muy poblada, pero es fértil y abundosa en bueyes, en ovejas, en vino y en trigales.