Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/169

Esta página ha sido corregida
169
CANTO DUODÉCIMO

la comida junto á la velera nave; y al amanecer nos embarcaremos nuevamente para lanzarnos al dilatado ponto.»

294 »Tales razones profirió Euríloco y los demás compañeros las aprobaron. Conocí entonces que algún dios meditaba causarnos daño y, dirigiéndome á aquél, le dije estas aladas palabras:

297 «¡Euríloco! Gran fuerza me hacéis, porque estoy solo. Mas, ea, prometed todos con firme juramento que si encontráremos una manada de vacas ó una hermosa grey de ovejas, ninguno de vosotros matará, cediendo á funesta locura, ni una vaca tan sólo, ni una oveja; sino que comeréis tranquilos los manjares que nos dió la inmortal Circe.»

303 »Así les hablé; y en seguida juraron, como se lo mandaba. Tan pronto como hubieron acabado de prestar el juramento, detuvimos la bien construída nave en el hondo puerto, cabe á una fuente de agua dulce; y los compañeros desembarcaron, y luego aparejaron muy hábilmente la comida. Ya satisfecho el deseo de comer y de beber, lloraron, acordándose de los amigos á quienes devoró Escila después de arrebatarlos de la cóncava embarcación; y mientras lloraban les sobrevino dulce sueño. Cuando la noche hubo llegado á su último tercio y ya los astros declinaban, Júpiter, que amontona las nubes, suscitó un viento impetuoso y una tempestad deshecha, cubrió de nubes la tierra y el ponto, y la noche cayó del cielo. Apenas se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, pusimos la nave en seguridad, llevándola á una profunda cueva, donde las Ninfas tenían asientos y hermosos lugares para las danzas. Acto continuo los reuní á todos en junta y les hablé de esta manera:

320 «¡Oh amigos! Puesto que hay en la velera nave alimentos y bebida, abstengámonos de tocar esas vacas, á fin de que no nos venga ningún mal, porque tanto las vacas como las pingües ovejas son de un dios terrible, del Sol, que todo lo ve y todo lo oye.»

324 »Así les dije y su ánimo generoso se dejó persuadir. Durante un mes entero sopló incesantemente el Noto, sin que se levantaran otros vientos que el Euro y el Noto; y mientras no les faltó pan y rojo vino, abstuviéronse de tocar las vacas por el deseo de conservar la vida. Pero tan pronto como agotados todos los víveres de la nave, viéronse obligados á ir errantes tras de alguna presa—peces ó aves, cuanto les viniese á las manos,—pescando con corvos anzuelos, porque el hambre les atormentaba el vientre; yo me interné en la isla con el fin de orar á los dioses y ver si alguno me mostraba el camino para llegar á la patria. Después que, andando por la isla,