1 »Tan luego como la nave, dejando la corriente del río Océano, llegó á las olas del vasto mar y á la isla Eea—donde están la mansión y las danzas de la Aurora, hija de la mañana, y el orto del Sol;—la sacamos á la arena, después de saltar á la playa, nos entregamos al sueño, y aguardamos la aparición de la divinal Aurora.
8 »Cuando se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, envié algunos compañeros á la morada de Circe para que trajesen el cadáver del difunto Elpénor. Seguidamente cortamos troncos y, afligidos y vertiendo lágrimas, celebramos las exequias en el lugar más eminente de la orilla. Y no bien hubimos quemado el cadáver y las armas del difunto, le erigimos un túmulo, con su correspondiente cipo, y clavamos en la parte más alta el manejable remo.
16 »Mientras en tales cosas nos ocupábamos, no se le encubrió á Circe nuestra llegada del Orco, y se atavió y vino muy presto con criadas que traían pan, mucha carne y vino rojo, de color de fuego. Y puesta en medio de nosotros, dijo así la divina entre las diosas: