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Los guerreros de Grecia mas valientes
De Príamo el imperio derrocaron.
Allí veniste tú, mi Helena hermosa,
Sin duda alguna, por un Dios guiada
Que nuestros enemigos secundaba.
Deïfobo tambien contigo vino.
De la máquina inmensa, por tres veces,
Entorno dirigiste el paso incierto.
Tus manos la tocaron; en sus flancos
Un arcano buscabas; tus acentos
Nuestros héroes nombraban mas famosos
Y los llamabas con mentidas voces
Que las de sus consortes remedaban.
Allí Ulises, conmigo y Diomedes
Sentado estaba en sitio tan precario.
Tus quejidos herian nuestros pechos.
Diomedes y yo salir quisimos,
De responderte por anhelo insano;
Mas el ansia indiscreta supo. Ulises
Contener con firmeza, de manera
Que mudos todos á la par quedaron.
Antico solo, á desplegar el labio
Ya pronto estaba, cuando Ulises, fuerte,
El rostro le oprimió con férrea mano
Y, el acento ahogando, salvar supo
La Grecia toda, hasta que al fin sacarnos
De tal encierro á la gran Palas plugo. »
— « ¡Oh, Telémaco esclama, mas su suerte
Es con la mía fiera y desastrada,
Que de morir no pudo guarecerse!
¡Inútil entereza! aunque de hierro
Fuera su pecho el Hado no evitara.
Mas ya suenan las horas del descanso;
Permite ¡oh gran monarca! que entre el sueño
Nos sea dado buscar algun halago. »
Helena, al escuchar este deseo,
A sus mugeres manda que unos lechos