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Un monstruo que alentó necia confianza;
De horroroso misterio circundado
Y con la torpe esposa convenido,
Asesinaba mi infeliz hermano!
¡Recuerdo atroz que mi fortuna enturbia
Y mis potencias emponzoña todas!
Sin duda vuestros deudos os lo han dicho
Cualesquiera que sean: ¡Cuántos fueron
Mis amargos pesares! ¡mi familia,
Mis inmensas riquezas destruidas!...
¡Ah por qué sola la tercera parte
De mis presentes bienes no mas tengo
A trueque de mirar de vida llenos
Esos bravos guerreros que mi causa
Condujo á muerte en el troyano suelo
Lejos de nuestros climas venturosos!
¡Oh cuál los echa a menos mi amargura!
¡Cuánto los he llorado! muchas veces,
Tristemente sentado en mi palacio,
Nutro mis penas con mi crudo llanto.
Por fin, en algun rato, el ansia mía
Y mis disgustos ásperos se calman,
Que con harta premura el alma triste
De sus cruentas lágrimas se sacia.
Mas entre todos los que el pecho llora,
De uno el recuerdo mas atroz se muestra,
El sueño me arebata y me conduce
A aborrecer las leyes de existencia.
Entre todos los griegos no hay alguno
Que por mi causa padeciese tanto,
Que un infortunio tal sobrellevase
Como mi triste Ulises. Él, sin duda,
Tambien sus propias penas padecia;
Penas para mi pecho mas crueles,
Mas sin consuelo alguno que las mias.
¿Cómo no fuera al ver que en tal ausencia,
Tan cruenta y tan larga, no es posible

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