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Al jóven guía que la sigue ansioso,
La nave alcanzan y su gente toda
Encuentran que en la playa les aguarda.
« Vamos, dice Telémaco; las próvidas
Medidas de salud sean primero.
Venid, amigos, al palacio os guio
El sustento a buscar. La madre mia
Mi designio no sabe; sus mugeres
Tambien lo ignoran; una sola entre ellas
Está de mi partida en el secreto. »
Parte á tal voz y van tras él los mozos;
Todo en un punto está en la nave puesto.
Telémaco á ella sube; mas la Diosa
Ya ve sentada en la flotante popa.
Y á su lado al instante se acomoda.
Ya la soga la nave no sujeta;
Embarcados estan los marineros,
Y en sus bancos asidos de los remos.
Rápido, á un ademan de la alta Diosa,
Céfiro sobre el mar vuela ligero.
Se doblan ya las olas y rechinan;
Con el labio Telémaco y el gesto
La seña da y empieza el movimiento.
En su base el gran palo se asegura;
De la carena en las opuestas partes
El cordaje se clava; el fuerte lienzo
Hinchado vuela y la ligera nave
Resbala airosa sobre un terso plano.
Las olas que ella surca, al grave peso
Encanecen y ruedan chispeando.
Inútil yace el remo, y en las copas
Un espumoso néctar centellea.
Ofrendas religiosas el respeto
Dedica á las Deidades inmortales
Y, ante todo, á la sabia protectora
Hija del gran monarca de los cielos.
Toda la larga noche va vagando