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Y á tu madre procura otro consorte.
Cumplidos ya por tí deberes tales,
En silencio medita cómo puedas,
Por fuerza ó por ardid, á esos audaces
Que te injurian, matar en tu palacio.
Ya de la infancia los pueriles ocios
No cuadran á tu edad: ¿acaso ignoras
Cuál el joven Orestes alta gloria
Adquirió al inmolar al torpe Egisto
Que del heroico padre le privara?
Tú tambien, dulce amigo, eres robusto
Y propio á la virtud, pues tal te veo.
Ármate tú tambien; el brio atiza;
Trabaja a merecer por tus acciones
De la Posteridad el lauro inmenso.
En tanto yo á la nave volver debo,
Que impacientes esperan mis secuaces.
Tú piensa en tus deberes y haga el cielo
Que en tu pecho se graben mis consejos. »
— « Cual tierno padre ¡oh Mentes! me has hablado,
Telémaco responde; nunca el alma
Olvidará las doctas instrucciones
Que un interes tan dulce te ha inspirado.
Pero refrena tu cruel premura
Y á la hospitalidad un plazo otorga;
Admite un baño, a tu descanso propio,
Y de mí no te apartes sin que goces
Los deleites que ofrece esta morada;
Sin admitir, cual prenda agradecida
De los lazos que á entrambos nos aunan,
Un don que me recuerde á tu memoria,
Que del huésped amado á quien se ofrezca
Y del dueño á la par condigno sea. »
— « ¡Oh! no estorbes mi marcha, le responde
La Diosa; estoy ansiando la partida.
Ese don de tu pecho generoso
Dármele ya podrás á mi regreso,