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A el de esta mansion el regio mando.»
A reflexion tan justa ceden todos;
Mulio, que es un heraldo de Duliquio,
Saca vino en un cráter y lo ofrece
Uno á uno a las gentes. Al instante
Ofrecen libaciones y, vaciada
Al fin la última copa, cada uno
Va del sueño á buscar la dulce calma.





CANTO DÉCIMONONO.





PENÉLOPE Y ULISES.



Ulises ha quedado en el palacio[1]
Meditando con Palas la ruïna
Y el desastroso fin de sus contrarios.
A Telémaco llama: «Esta es la hora
Le dice, de llevar las armas todas
A otro lugar; recuerda mis mandatos;
Engaña con palabras lisonjcras
El curioso inquirir de estos rivales
Cuando pidan el fin de esta medida,
Y para mas acierto te repito
La respuesta que ha pocote decía:
Voy, les dirás, á que no las de el humo,

  1. Todo este canto es hermosísímo; Homero prueba en él que conocía a fondo el corazon humano, pues ambos esposos sostienen perfectamente el carácter que exigía su situacion. Ella, triste, angustiosa, confiada, digna y tierna; el, observador, canto, elocuente y conocedor profundo. Siempre que en este autor habla el corazon, nos parece muy patético y muy superior a sí mismo.