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Arsenal de las armas de su padre.
Al falso Mentes vuelve y le conduce
Al fondo de la sala, sobre un trono
Haciéndole sentar que está tapado
Por tapiz rico y de un dosel cubierto.
En modesto escabel el toma asiento
Al lado de la Diosa; mas lejano
De los amantes de la madre infames,
Temiendo que á su lado al estrangero
Sus insolentes gritos ofendieran;
Y mas porque tambien anhela el pecho
Por el ausente padre preguntarle.
De un agua-manil de oro, hermosa esclava
Provista llega y en sus palmas vierte
El elemento líquido, que salta
En un lebrillo de esquisita plata.
Ya preparado en elegante mesa
Donde, otra esclava anciana, guisos raros
Que á su cargo tenia, ansiosa ordena.
Un oficial de boca al tiempo mismo
Otros manjares trae, y copas de oro
A su lado coloca, y en fin, listo
A llenarlas está siempre un heraldo.
Llegan los pretendientes turbulentos
Y en los dispuestos tronos se acomodan.[1]
Los heraldos les dan el aguamanos,
En tanto que unas jóvenes esclavas
Llenan las copas de espumoso néctar,
Y otras traen en cestas preparados,
De la próvida Ceres las preseas.
Las codiciosas manos tienden todos
Sobre los platos á su afan servidos;
Mas luego que ya el hambre está saciada
Y apagada la sed, ebrios se entregan

  1. El trono, segun Ateneo, era una silla destinada á los hombres libres, dispuesta de modo que tambien en ella se podia estar tendido.