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Corre á los sitios donde, entre sus reses,
El ínclito pastor busca un descanso.





CANTO DÉCIMOSEXTO.





AGNICION.



Al primer rayo del inmenso dia
Ulises, con Eumeo, ha renovado
El fuego entre cenizas escondido,
Preparando el almuerzo, y al haberlo
Repartido con todos los pastores,
Los mandan á custodiar á sus oviles.
Entre tanto Telémaco aparece:
Los dogos, que han sentido su presencia,
No ladran, prodigándole mil fiestas.
Ulises, que observó sus movimientos,
Oyendo el estampido de unos pasos,
Esclama: «¡Oh buen Eumeo! en este instante
Un amigo te llega ó compañero;
Los perros acarician y no ladran,
Y de unos pasos voy oyendo el ruido.»
Todavía está hablando cuando el hijo
Llega ya al peristilo. Eumeo entonces
Se levanta azorado y convulsivo;
El vaso en que vertiendo estaba el vino
Escapa de la mano; va corriendo
A su jóven señor; su frente toda
De besos cubre, y sus brillantes ojos,
Y las manos, y en llanto se los baña.
Tal despues de una ausencia de diez años
Abraza el padre al hijo idolatrado,