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XVIII

pero en mi este patriótico impulso estaba balanceado por dos consideraciones: decia á mis instigadores: «¿pero si á pesar mio confieso que no me gusta, y si no sé el griego?» á lo primero me contestaban que no me gustaba porque no la habia visto con detencion; que cuanto mas adelantase en la obra mas bellezas hallaria en ella, lo que confieso humildemente que, generalmente hablando, así me ha acontecido; y á lo segundo que el griego de Homero, que no es una lengua general, sino uno de sus cuatro distintos dialectos, nadie lo sabe actualmente, como lo prueban las continuas contradicciones que hay entre los traductores relativamente al verdadero significado de una palabra misma, y que las buenas traducciones latinas, italianas, francesas, inglesas y alemanas, son tales y de tales autores, que yo, aun cuando me hallase ser un perfecto Helenista, nunca hallaria en mi original mas que lo que ellos hallaron, ni sabria espresarlo mejor. Algo concluyente es este raciocinio y para mi esforcé el convencimiento á que lo fuese mas. Tomé pues la exactísima y literal version latina de Henr. Sthephano, publicada en París en 1624. La inglesa de Poppe, las francesas de J. P. Bitaubé, de Dugas-Montbel, de madama Dacier, del príncípe Le Brun, el sabio concólega del cónsul emperador, y de Eugenio Bareste, última que se ha publicado y que se supone ser la mas técnica. No quise apelar á mayor número de materiales, para evitar dudas y confusiones, y estudiando bien y compulsando entre sí estos ausiliares, hallé que en efecto podia apoyarme en ellos. En este exámen hallé que el secretario Gonzalo Perez, á pesar de que dice haber hecho su version sobre el griego, la ha estampado palabra por palabra sobre la latina, y esta ha sido la causa, ó á lo menos una de las causas de su mal resultado; pues ó no supo, ú olvidó que el latín no se ofende de la crudeza ó desnudez de las espresiones técnicas, por indecorosas que sean, mientras el español no lo sabe tolerar. Por fin, me decidí á tomar por primera norma al príncipe Le Brun, por, mas claro, mas conciso, mas elegante, sin empero dejar de tener los otros á la vista, esencialmente el latino, por mas amoldado al autor; siendo fácil comprobar que tal ha sido mi conducta. En efecto, para que nada faltase á mi trabajo, se hallará