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Nos entregamos á la mar dudosa,
Saludando esa tierra que creimos
Dejar solo al volver á nuestra patria.
Un viento, dócil al decreto sacro
De la Diosa, los linos empujaba,
Inútil descansaba el remo y quietos
Al arte del piloto nos fiamos,
Y á la fe de los vientos favorables.
Vagamos todo el dia; entre las olas
El sol se esconde en fin, y hasta la tierra,
De la noche, arrastrando van las sombras.
Del Océano entramos en los senos
Y vamos entre abismos revolcados.
Allí estan los Cimerios y sus tristes
Y lóbregas mansiones que rodean
Eternas sombras; nunca las penetra
Del sol el rayo, ni al subir potente
Sobre el trono del Eter, ni al hundirse
En el piélago inmenso. Inmóvil noche,
Eterna oprime tan infausto pueblo.
Abordamos, y en breve, de la nave
Las víctimas dispuestas á la ofrenda
Para las sombras, vamos apartando.
Yo con la espada, un hoyo voy abriendo
A tenor de las reglas que me dieron.
Derramamos en él las libaciones
De miel y vino y agua con harina.
Las mudas sombras prosternado invoco;
Al tornar á la patria las prometo
Mi becerra inmolar la mas hermosa,
Hacer ricas ofrendas en la pira
Y que en fin, pleitesla haré á Tiresias
De un negro choto, honor de mis aperos.
Despues que con mis votos y plegarias
La turba de los muertos implorara,
La víctima maté, y su pura sangre
Fue cayendo en el hoyo á borbotones.