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tradiciones nacionales. Los encomios que él mismo prodiga á esos hombres que llama predilectos de los Dioses; la confianza que se les dispensaba y las honras que merecian de los reyes autorizan á pensar que él mismo fuese uno de ellos, y que se haya encubierto bajo los nombres de Phemio y Demodocio.

Luego, como la memoria no basta á obras de tan largo aliento, es justo deducir que estas salieron por fragmentos, que pasaban de uno en otro cantor. Bastaria á inducirlo su forma episódica, como la tienen en la Ilíada el combate cerca de las naves, la Dolonia, las proezas de Agamenon, la enumeracion de los buques, las grandes acciones de Patroclo, el rescate del cadáver de Héctor; y en la Odisea la cueva de Calipso, la balsa de Ulises, la narracion en el palacio de Alcinó, los Cíclopes, la isla de Circe, el baño, la evocacion de los muertos, el degüello de los pretendientes, y la salida á la mansion de Laertes, que parecen piezas separadas, bien que hechas de intento para formar un solo mosaico. Todo prueba que en un principio salieron aisladamente cantadas por los Homéridas, que, segun Píndaro, eran individuos de la familia de Homero. Así se les llamaba de la voz 0mérêin, compuesto de Omou, junto, y de éréô, canto; lo que, por amplificacion, se ha traducido por juntadores, que se unian para cantar de consuno las obras de su fundador. Séase lo que fuese de esta ingeniosa consecuencia, lo mas lógico es que entonces se cantaba en Grecia porque no se sabia escribir; como lo hicieron igualmente los profetas hebreos, y despues los Bardos, los Druidas, los Escaldos y finalmente los Vates y Trovadores que formaron la historia ambulante y que se eclipsaron al generalizarse la escritura, porque no habia ya que cantar lo que cada uno podia leer.

Véase, pues, á cuántas alteraciones debieron estar sujetas unas obras que solo podian transmitirse por unos trámites tan vidriosos. Todos los testimonios históricos concuerdan en atribuir á Hiparco, hijo de Pisistrato que reinaba en Atenas en el año 561 antes de J . C., el haber formado un cuerpo solo de todos los fragmentos atribuidos á Homero; labor que, por mucho esmero que se la consagrase, debió salir muy imperfecta, pues no pudo hacerse sin las supresiones y añadíduras que exigia la