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«Id todos sin tardanza á la asamblea
Allí, allí veréis á un estrangero
Que el mar á nuestras playas ha arrojado,
Y que Alcinó custodia en su palacio;
Veréis en él de un Dios supremo el brillo.»
Un curioso deseo á tales voces
Se apodera de todos: Corren, vuelan
A la pública plaza atrepellados;
Al hijo de Laërtes buscan todos.
Y atónitos, en él la vista clavan.
Mayor talla la Diosa le ha prestado,
Un ademan mas grave, derramando
Una gracia divina en sus facciones;
Quiere que alto respeto ipfundir pueda
Y que brille en los juegos de los Facios.
Dispuesta la asamblea, Alcinó esclama:
«Oïd todos, vosotros que conmigo
El cargo compartís del mando escelso;
Oïd lo que anunciaros aqui debo:
Un estrangero cuyo nombre ignoro
Sin tampoco saber cuál es su patria
Un estrangero á mi paiacio vino.
A mi piedad ausilios ha pedido
Queriendo que á sus lares le volvamos.
A los usos vetustos siempre fieles,
Corresponder sepamos á sus votos.
Jamás á los umbrales del rey vuestro
Estrangero legara cuyo llanto
Naciera de no haberle complacido
O de haber sido lentos en su amparo.
La nave que partir deba primero,
Lancémosla á la mar. Alistad luego
Cincuenta y dos mancebos, los mas aptos
Entre los Facios nueslros; que la equipea
Y vuelvan en seguida á mi palacio
A compartir la fiesta que hoy celebro
Vosotros que sois siempre del Estado