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Y tuya toda mi fortuna fuera
Mas eres libre, y no permita el cielo
Que nadie, á pesar tuyo te detenga
Sin mas tardar, mañana los aprestos
Yo mismo dispondré de tu partida,
Te llevará un bajel á tus dominios
O do quieras, si bien mas allá fuese
Del recóndito Eubeo, que es el centro
Que en la tierra mas lejos conocemos,
Segun los navegantes nos contaron
Que en él á Radamante condujeron,[1]
Cuando fuera á juzgar á Ticio fiero,
Un hijo de la tierra. En solo un dia
Ir y tornar pudieron Por tí mismo
Verás con cuál estrema ligereza
Saben cortar las aguas nuestras naves
Y cuán hábiles son nuestros pilotos. »
Ulises, por el gozo enagenado:
«¡Oh Júpiter, eselama; cumplir deja
Lo que Alcinó promete en este instante!
¡Que su alta gloria llene el universo
Y que dichoso yo la patria alcance!»
Entre tanto, al mandato de la reina,
Un lecho para el huésped se ha arreglado;

    nitud de privilegios que indica hoy dia, pues por el lenguage que usa con sus secuaces, por la denominacion de palacio que se da à las moradas de otros ciudadanos de su imperio, y el dictado de príncipe que se concede á los mismos pretendientes, venimos á colegir que Ulises era mas bien el habitante mas opulento de su isla que el verdadero monarca y gefe de ella. Esta consideracion podria hacer menos absurda la proposicion que da lugar á esta nota

  1. Un traductor hablando de Radamante, hijo de Júpiler y de Europa, dice que habitaba los Campos Elíseos en España. Para nosotros el Elíseo seria tan soio un pais sumamente feraz, supuesto que vemos que para los antiguos todo lo que era mejor que lo suyo pasaba por divino y sobrenatural. ¡Cuán fåcil fuera reducir hasta los Dioses mismos de aquellos hombres poéticos, á lo mas trivial y comun de la humanidad!