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Una Diosa al mostrarse ver parece
Los votos y homenages van con ella;
Son cordura y bondad sus altas dotes;
Sensible y bienhechora, sus mercedes
Vierte con profusion. Por sus consejos
Y su sabia virtud las riñas cesan;
Si su afecto consigues atraerte
No dudes que tus deudos, tus amigos
Y tu anhelada cuna verás luego.»
Repentina la Diosa á tal acento
Desaparece y los campos deliciosos
De la fértil Esqueria abandonando,
Los mares pasa, en Maraton se para,
Visitando en seguida á Atenas fiera
Y la antigua morada de Erecteo.[1]
Ulises al palacio se dirige;
Antes que á pisar llegue sus umbrales
Pensativo y atónito se para:
Todo á sus ojos presentar parece
Del Dios del dia la mansion radiante
O del astro nocturno los esmaltes.
Desde el portal á la interior estancia
Dos paredes de cobre se levantan
Que base son de una cornisa de oro.
Son tambien oro las enormes puertas
Que vedan el ingreso, y oro puro
La aldaba que cerrar y abrir permite.
Vese un lintel de plata sostenido
Por columnas que el mismo metal forma
Y que un umbral de terso cobre apoya.
Dos perros de oro y plata, que animara[2]

  1. Este fue un cazador tan diestro que viendo á Alcon su hijo envuelto en los pliegues de una enorme culebra, la mató de un tiro de flecha, sin causar el menor daño al mancebo. Minerva le hizo proclamar rey de Atenas.
  2. Cuando las obras eran muy primorosas, los antiguos las atribuian á los Dioses, y por esto aqui se supone que estos perros eran