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Para el uso y buen porte de las naves.
Desdeña el Facio el arco y la saeta;
Su mas grata afícion son los bajeles,
En los cuales, altivo, retar sabe
El mar y las tormentas; mas en cambio
Es satírico siempre, muy chancero,
Y sus sarcasmos ásperos recelo.
Basta que juntos ambos hoy nos vea,
Para que diga una intencion maligna:
¿Quién este mortal es, bello y gallardo,
Este que á la Princesa va siguiendo?
¿Dónde la hallara? ¿acaso es un esposo
Que destinado tiene, ó aventurero
Venido de recónditas comarcas
Que, ella misma, en su nao á buscar fuera?
Aquí no hay nada que se le parezca.
Tal vez cediendo á sus ardientes votos
Un Númen de los cielos ha bajado
Y ella la dicha de atraerie tiene.
¿Será cierto que, al fin, sus correrías
Un estrangero esposo le procuren?
Nuestros Facios desprecia, y sin embargo
Muchos los nobles son, sobresalientes,
Que con afan aspiran á su mano.
Esto fuera; y mi fama vulnerada
Podría al fin quedar, que hasta yo misma
No perdonara á otra que escuchase,
Sin que el paterno asenso la escudara,
De amor la voz, y sin que el himeneo
La pira á su querer tuviese ardiendo.
Oye ora, sin contraste, mis consejos
Si quieres que mi padre te procure
De una vuelta feliz seguros medios:
Pronto en nuestro camino encontrarémos
Una selva de álamos que á Palas
Consagrada está; luego una gran fuente
Que tiene en derredor un verde prado;