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A la mia enlazando su existencia!
Mas dénsele bebidas y manjares.»
Esto manda y lo cumplen sus doncellas.
Hambriento Ulises pio, y sitibundo,
El sustento devora que le ofrecen,
Apurando tambien á un golpe solo
La copa que en su seno brío vierte.
Náusica en tanto atiende á otros objetos:
Dobla ella misma y en el carro manda
Cargar las ropas que lavadas fueron;
Enganchados los mulos, salta airosa
En el carro y á Ulises esto dice:
«¡Oh tú noble estrangero! te levanta,
Hora es ya que volvamos al poblado;
Allí te indicaré la mansion mia,
Dó el padre hallar podrás, que juntos tiene
Los gefes mas ilustres de los Facios.
Mas antes mis consejos no desdeñes:
Un ánimo ingenioso cual el tuyo,
Sin duda alguna, su importancia siente.
Mientras la vía por el campo corra
Con mis mulos, mi carro y mis mugeres
Seguir podrás; mas al llegar al pueblo
Iré yo tus pisadas precediendo.
Sin pena la ciudad conocer puedes
Al ver las altas torres que la cercan.
Angosta via te conduce á ella;
Un puerto en ambos lados se dilata
Y en ambos se presentan fuertes naos
Que su marcado sitio tienen todas.
En la pública plaza te hallas luego,
Y verás que la forma enorme muro
De piedras entre sí muy enlazadas.
Se eleva en medio el templo de Neptuno.
Allí es donde se tuerce el duro cable,
Se entreteje la soga y pule el remo;
Es donde, en fin, se ve lo necesario