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Y del viento y del mar al albedrío
Anduve errante y prófugo. Ayer solo,
Escapando del golfo á los abismos,
Un Númen me arrojó sobre esta orilla
Sin duda á padecer nuevas desdichas.
No hay para mi descanso ya, y los cielos
Me preparan aun mayores pruebas.
Ten piedad ¡oh princesa ! de mi suerte;
A ti primera imploro en mis afanes;
A ningun ser conozco en estas playas;
Muéstrame la ciudad donde reside
El que aquí impera, y dame compasiva
Algun harapo que mi cuerpo vista.
Así el cielo tus votos y deseos
Colme piadoso siempre, sin medida;
Te de un esposo que de tí sea digno
Y que prole dichosa te asegure
Con ventura sin fin. No hay en la tierra
Fortuna igual al bien de dos esposos
Que un solo gusto y un pensar enlazan;
La envidia son de sus contrarios todos
Y la gloria de aquellos que les aman;
Pues su dicha y virtud todos alaban.»
—«¡Oh estrangero, cualquiera que tú seas,
Náusica le responde, nó, tú no eres
Un ser vulgar de mérito privado.
Júpiter distribuye á su albedrío
Las dichas al honrado y al perverso.
Él tu suerte ha medido y á tí toca
Completa sumision. Mas, pues pudiste
Esta tierra pisar, todo lo espera.
En ella encontrarás cuanto en la pena
Un suplicante prometerse deba
De la piedad de los demas mortales.
Nuestra ciudad y el pueblo que la habita
Pronto conocerás; esta comarca
Pertenece á los Facios, y es mi padre