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Mira como sus votos te dirigen
Nuestros jóvenes Facios mas ilustres
Mañana al alba pedirás al padre
Que un carro con sus mulos te conceda
Para llevar con ellos tus cinturas,
Tus velos y tus mantos y tejidos.
Muy lejanos estan los lavaderos
Y de Alcinó la hija no pudiera .
Cansar el pié para llegar á ellos.»
Al acabar, la Diosa desparece
Y otra vez sube á la morada etérea
Donde seguridad y paz se encuentra;
Donde el mas sútil viento no penetra,
Que la luvia no altera, que las nieves,
Ni las escarchas nunca afligir pueden
Allí siempre sin nubes está el cielo,
Siempre es pura la luz y siempre abundan
Gozo y felieidad sin mezcla alguna.
La aurora sale y Náusica dispierta;
Llena de su vision corre á sus deudos
Y en la interior estancia los encuentra
Junto al hogar la madre, con sus siervas,
Girar hace una rueca que enroscada
Tiene en su centro purpurina lana;
Alcinó se dispone con premura
Para ir de su estado á los consejos.
«¡Oh padre, dice Náusica, no quieres
Que un carro con sus mulos se me apreste
Para llevar al rio nuestros trages
Llenos de negro polvo y suciedades?
No puedes al consejo presentarte
Con desaliño tú, ni olvidar puedes
Que son cinco tus hijos, dos ya esposos
Y padres á la par; mas los tres otros,
Libres aun, brillar en los festines
Anhelan, ni les gusta presentarse
Con vestidura sucia y descompuesta,