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Que la hija de Cadmo le prestara
Y a las aguas le tira; la corriente
Lo devuelve á la mar, donde la Diosa
A recibirlo por su mano sale.
Va el héroe á recostarsc en los cañales
Que la ribera cubren; besa el suelo,
Y entre sollozos en sí propio dice:
«¿Cuál mi suerte será? ¿qué hacer me toca?
Si otra noche sin sueño aquí me agobia,
La dura escarcha y el rocío insano
Agotarán mis fuerzas. A la Aurora
Un aire mas sutil saldrá del río.
Si tal vez remontara esa colina;
Si esos espesos bosques alcanzase;
Si á descansar bajo su sombra fuese,
Mis miembros enervados por el frío
Y la fatiga atroz, en dulce sueño
Su brío y sutileza recobraran;
¿Mas quién sabe tambien si en esos centros
Pasto seria de algun monstruo horrendo?»
En fin, parte á la selva decidido.
En la rambla del valle, junto al río
Ve dos arbustos que de un tronco nacen:
Ambos olivos son, salvage el uno
Y legítimo el otro; sus ramales
Se juntan y se enlazan con gran fuerza.
En su seno jamás penetrar pueden
Ni los húmedos vientos, ni las lluvias,
Ni los rayos del sol. Bajo su sombra
Ulises se guarece, y por sus manos
Con el follage blando un lecho labra.
Dos ó tres hombres juntos, fácilmente,
Del crudo invierno allí se guarccieran.
Lleno de gozo el pecho, en tal retiro
El héroe al fin se tiende, y sobre el cuerpo
Mas hojas junta y se cobija en ellas.
Tal en una morada solitaria,