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La balsa me aconseja que abandone...;
¡Oh no la creeré! Las altas playas
Donde dice que hallar debo la vida
Muy lejanas mis ojos las han visto.
Tendré tan solo mi razon por guía:
Mientras de aquesta balsa juntas vea
Las fuertes trabes, me mantendré en ella.
Si las furentes aguas las desgoznan ,
Si dispersadas van, me pondré á nado;
Otro partido á mi afliccion no toca.»
En tanto que le ocupa tal idea
Alza Neptuno una horrorosa ola,
Inmensa, y furibunda la desploma
Sobre la frágil balsa que ya rota
Y desunida va. Tal levantada
Por la region celeste va volando
La leve parva al azotarla el viento,
Y tales sobre el piélago fluctúan
De la rota armadía los fragmentos.
A uno de ellos Ulises logra asirse,
Y cual doma el ginete el corcel fiero,
Se sostiene esforzado; al mar arroja
Las ropas que Calipso le pusiera
Y, súbito, adaptando al noble pecho
El inmortal tejido de la Diosa,
A las aguas se lanza de cabeza,
Los brazos tiende y nada con bravura.
Le ve Neptuno y, al mover la frente,
«Ve, dice airado, sobre el mar divaga
Hasta que hallarte entre los Facios puedas;
Mas, que olvides no pienso ya tus penas;»
Y al decir este acento, aguijonea
Sus inmortales brutos y de un salto
A Egas llega, donde su palacio
De lapizlázuli y cristal se ostenta.
Minerva, sin embargo, no abandona
Su triste protegido. Ansiosa, cierra