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Ya se cumplió su oráculo funesto.
¡De cuántas nubes hórridas los cielos
Se van cubriendo y cuál hierven las olas!
¡Los vientos todos, á la vez bramando!
¡Ay que ahora mi fin es harto cierto!
¡Oh tres y cuatro veces mas dichosos
Aquellos que, al lidiar por los Atridas,
De Troya en los escombros perecieron!
¡Ah por qué tambien yo morir no supe
El dia en que guardando el mortal resto
Del invencible Aquiles, los Troyanos
Sus incontables flechas me lanzaron!
Fúnebres honras me elevara Grecia,
Ufana, mis proezas celebrando;
El universo todo retumbara
Del eco de mi nombre y de mi gloria...
Y ahora, ahora, con oscura muerte,
Fiera y sin fruto, fenecer me toca!»
Apenas acababa estos acentos
Cuando la mas tremenda de las olas
Sobre su débil frente se desploma.
La balsa se ladea y en las aguas
El infelice cae. De la mano
Huye el timon; el palo al fin se rompe
Y la entena y la vela al mar arroja.
Largo tiempo el infausto sepultado
Entre las olas queda; que á su impulso
Erguirse ya no puede; los vestidos
Que Calipso le diera, con su peso
Le abruman y entorpecen. Al fin logra
Nuevamente flotar con sumo esfuerzo.
El labio arroja el elemento amargo
Que, en mil chorros partido, por sus sienes
Túrbido y espumoso va saltando.
Mas, todavía, de vigor exhausto,
Su balsa no abandona: en lucha fiera
Contra las negras olas, á ella llega,