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Luego una sierra del mas terso acero
Templado con primor, y asi provisto,
De su isla le guía a los confines.
Allí secos se ven y sin corteza
Arboles cuyos troncos, mas ligeros,
Podrán sobre los mares ir flotando:
Abetos, chopos, álamos que alcanzan
Los altos cielos con su cima inmensa;
Calipso propia se los muestra al huésped
Y en seguida a su gruta da la vuelta.
El héroe sin demora la obra empieza:
A sus golpes veinte árboles sucumben.
Con el paciente esfuerzo de la sierra,
En tablas, en tablones, en maderas
Los divide, y guiado por la regla,
Los adelgaza, pule y endereza.
Calipso los taladros le procura
Y con ellos barrena los tablones,
Los une con clavijas y junteras,
Mostrando en obra tal tanta pericia
Cual el mas diestro artífice pudiera
En construir los flancos y carena
De la mas alta nave, destinada
A llevar del comercio las riquezas.
Entre sus sabias manos, ingeniosas,
Vigas, en longitud y anchura iguales,
Se traban y se juntan y las cubren
Sólidas planchas sabiamente atadas.
Un palo se levanta en medio de ellas
Que una móvil entena en cruz sustenta.
Un tímon á un estremo está adaptado
Que de los movimientos guía sea;
El mimbre y sauce, unidos con firmeza
Forman en los costados parapeto
Contra el ciego furor de la marea;
En fin, lastrada con robustos pesos
Está la balsa en equilibrio puesta.