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El doble riesgo en que ha de estar su ruina.
Por fin, la triste á la congoja cede;
Un dulce sueño embarga sus sentidos;
Sus músculos y nervios se entumecen
Y el cuerpo al encogerse se entorpece.
Minerva, en tal estado, generosa,
Con una merced nueva la consuela;
Una vision le forma parecida
A Iftima su hermana, que como ella
Del generoso Ícaro hija fuera
Y que ahora, consorte de Emelao,
En Feres vive, cerca de Mesenia.
Esta vision la Diosa por su mano
Llevó al techo de Ulises, deseosa
De calmar de la reina el crudo llanto.
La aérea imágen a la estancia llega,
Y reclinada sobre el rostro hermoso:
«Duermes, la dice, mi infeliz hermana?
¡Y hasta en tu sueño el corazon doliente
En presa entregas á la pena amarga!
Los Dioses mismos el llorar te vedan;
El hijo vive, y á tu amor devuelto
En breve le verás; los inmortales
Objeto de sus iras no le hicieron.»
Saliendo de las puertas del letargo,
Mil agradables sueños van volando
A Penélope entorno, y sus sentidos
Con cariñosos toques lisonjean.
Se conmueve á las voces que ha escuchado
Y «dulce hermana, dice, ¿cuál motivo
Aquí traerte pudo? separadas
Por tan inmenso trecho y tantos años,
¿Por qué te veo ahora? tú pretendes
Que el llanto cese y que el dolor réprima
Que el pecho despedaza...? el tierno esposo,
El héroe que fue en Grecia fiel dechado
De talento y virtud, cuya alta fama