Mas la triste no sabe el fiero golpe
Que al hijo ha de lanzar nuestra venganza.»
Así dice el estólido que ignora
El destino que á todos les aguarda.
Mas Antinó le enmienda: «¡Incautos! dice,
Estas burlas se dejen y temamos
Que sepan sorprender nuestros secretos.
Levantémonos luego y con cautela
El plan propuesto ejecutado sea.»
Al decir esto corre y veinte esclavos,
Dignos ministros de su furia insana,
Escoge y va con ellos á la playa,
Donde ya aparejada está la nave.
A las aguas la arrojan. Su gran palo
Izan, las segas tienden y los remos
Con sus correas á los bancos atan.
Los escuderos en la nave cargan
Las insidiosas armas; ya las velas
Desplegadas estan, ya está la gente
A bordo toda y todo está dispuesto
A dar principio á la funesta empresa.
Mas mientras que las sombras van llegando
Que el mundo á un tiempo y este crimen tapan,
Con manjares y vinos, los malvados
El momento propicio esperar saben.
Penélope en su estancia, sobre el lecho,
En tanto está negándose a la vida
Y la copa apartando que la ofrecen;
El hijo es solo su inmutable idea.
Vacila el pecho entre esperanza grata
De verle salvo, y el recele fiero
De saber que sucumbe al golpe infame
Que sus viles verdugos le preparan.
Tal el leeno altivo perseguido
Por el cazador diestro y preso á un tiempo
En imprevistas redes, se detiene
Y trémulo, con ojo incierto mira
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