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CAPÍTULO IX
PÓLVORA Y ARMAS

La Española estaba á una distancia considerable y nosotros hicimos nuestro camino entre las elaboradas y elegantes proas de unos buques y las popas de otros, cuyo cordaje y vergas, unas veces se liaban y yacían bajo nuestros pies, otras se balanceaban galanamente sobre nuestras cabezas. Por último llegamos á nuestro barco en el cual nos recibió, en cuanto saltamos á bordo, el piloto, Sr. Arrow, un viejo marino de faz morena con arracadas en sus orejas y que, por desdicha, tenía los ojos torcidos. El Caballero y él parecían congeniar bastante y llevarse en muy buenos términos, pero no tardé en observar que no acontecía lo mismo tratándose de las relaciones del mismo Sr. de Trelawney con el Capitán de La Española.

Este último era un hombre de aspecto severo que parecía disgustado con todo, á bordo de nuestra goleta, y pronto iba á decirnos por qué, pues no bien habíamos entrado al salón principal, cuando un marinero vino tras de nosotros y dijo:

—Caballero: el Capitán Smollet desea hablar con Vd.

—Siempre estoy á las órdenes del Capitán, contestó el Caballero. Hágale Vd. pasar adelante.