Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/54

Esta página ha sido corregida
45
EL COFRE DEL MUERTO

silbido llegó hasta nosotros, lanzado, á buena distancia, sobre la loma. Aquello era bastante y más que bastante para nosotros dos.

—Me llevaré lo que he contado, dijo mi madre poniéndose violentamente en pie.

—Y yo tomo esto para redondear la cuenta, agregué apoderándome del lío de papeles, envueltos en tela impermeable.

Un instante después, ambos bajábamos á toda prisa la escalera, dejando la vela junto al baúl vacío, y no tardamos sino pocos segundos en abrir la puerta exterior y ponernos en plena retirada. Un minuto más de dilación y hubiera sido ya demasiado tarde. La niebla se estaba desbaratando rápidamente y ya la luna brillaba con toda su claridad en la parte elevada del terreno, á uno y otro lado nuestro, y apenas se quedaba ya un ténue velo á la orilla de la hondonada y á las puertas de la taberna para favorecer con su gasa, todavía no rota, los primeros pasos de nuestra fuga. Mucho antes de que hubiéramos podido llegar á la mitad del camino que lleva á la aldea, muy poco más allá del pie de la loma, debíamos penetrar forzosamente en el espacio claro y descubierto, alumbrado por la luna. Y aun esto no era todo: el rumor de pasos numerosos que se acercaban en tropel llegó hasta nuestros oídos, y al mirar en dirección de ellos, pudimos notar á causa de las oscilaciones de una lucecilla y de su rápida aproximación, que uno de los que se acercaban traía consigo una linterna.

—Hijo mío, díjome mi madre de repente, toma el dinero y escápate corriendo. Yo siento que voy á desmayarme.