Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/52

Esta página ha sido corregida
43
EL COFRE DEL MUERTO

de brújulas montadas en latón y cinco ó seis extrañas y curiosas conchas de los mares de las Indias Occidentales. Con frecuencia me he maravillado después pensando para qué había venido trayendo y guardando aquellos mariscos, en el discurso de su azarosa, culpable y agitada vida.

Entre tanto, nada que valiese la pena habíamos encontrado, excepto la barrilla y las baratijas de plata, que por cierto no era lo que nosotros buscábamos. Debajo había un viejo capote de á bordo, blanqueado con las sales marinas, que mi madre levantó con impaciencia y que descubrió á nuestra vista las últimas cosas del contenido de la maleta. Eran estas, un paquete ó liazo de papeles, envueltos cuidadosamente en tela impermeable, y una talega de cáñamo, que nos bastó menear para que su sonido nos dijese que contenía oro.

—Yo les probaré á esos pícaros, prorrumpió mi madre, que soy una mujer honrada. Tomaré de aquí lo que se nos debe y ni un solo penique más. Ten el saquillo de la Sra. Crossley; y diciendo esto comenzó á contar escrupulosamente el monto de lo adeudado, pasando las monedas de la talega del Capitán al saquillo que yo sostenía abierto con mis manos.

Fué aquella una operación larga y difícil porque las monedas eran de todos los países y de todos los cuños imaginables. Doblones y luises de oro, guineas y piezas de á ocho, y no sé cuantas otras más, todas mezcladas unas con otras y en montón. Las guineas, además, eran las menos abundantes, y ellas eran las únicas con que mi madre sabía contar.

Estaríamos como á la mitad de nuestra tarea, cuando súbitamente tuve que poner mi mano sobre su brazo, para