Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/50

Esta página ha sido corregida
41
EL COFRE DEL MUERTO

que el cadáver del Capitán. Mi madre enseguida fué al mostrador y tomó una bugía, y cogidos ambos de las manos nos introdujimos á la sala. El muerto estaba allí, tal como lo habíamos dejado, con sus ojos abiertos y un brazo echado hacia fuera.

—Baja el trasparente, Jim, murmuró mi madre; podría suceder que viniesen á espiarnos desde afuera. Y ahora—añadió cuando su orden estaba ejecutada—tenemos que buscar la llave de eso, y ya veremos quien es el que lo coje. Y al decir esto exhaló algo como un suspiro ó un sollozo.

Púseme de rodillas inmediatamente. En el suelo, muy cerca de la mano del difunto me encontré en el acto un disco pequeño de papel, ennegrecido de un lado. No pude dudar de que esto fuese el disco negro á que él se había referido y levantándolo, encontré escrito, al otro lado, en letra muy buena y muy clara, esta intimación demasiado lacónica. “Se le da á Vd. de plazo hasta las diez, de esta noche.”

—Se le da hasta las diez, madre, dije, y no bien acababa de pronunciar estas palabras cuando nuestro viejo reloj crujió para dar una hora, y comenzó á sonar pausadamente sus campanadas, haciéndonos extremecer con un movimiento involuntario...

—¡Una... dos... tres... cuatro... cinco... seis! Las seis! son las seis apenas... tenemos tiempo, Jim, dijo mi madre. Ahora, veamos; esa llave!

Busqué en cada una de sus bolsas: algunas pequeñas monedas, un dedal, un poco de hilo, agujas gruesas, un pedazo de tabaco de pipa, su navaja de mango corvo, una brújula de bolsillo, y una cajita con eslabón y yesca fué