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“BLACK DOG” APARECE Y DESAPARECE

pitán abriera los ojos y echase en torno suyo una mirada vaga y anublada. Reconoció luego al Doctor á quien miró con un ceño imposible de equivocar; en seguida me miró á mí y mi presencia pareció aliviarlo un tanto. Pero de repente su color cambió de nuevo; trató de enderezarse por sí solo y exclamó:

—¿Dónde está Black Dog?

—Aquí no hay ningún Black Dog, díjole el Doctor, como no sea el que tiene Vd. dibujado sobre su espalda. Ha seguido Vd. bebiendo rom, y como yo se lo había anticipado ha venido un ataque. Muy contra mi voluntad me he visto obligado, por deber, á socorrerle, pudiendo decir que casi lo he sacado á Vd. de la sepultura. Y ahora Maese Bones...

—Ese no es mi nombre, interrumpió él.

—No importa, replicó el Doctor, es el nombre de cierto filibustero á quien yo conozco y le llamo á Vd. por él en gracia de la brevedad. Lo único que tengo, pues, que añadir es esto: un vaso de rom no le haría á Vd. ningún daño; pero si Vd. toma uno, tomará otro, y otro después, y apostaría mi peluca á que, si no se contiene pronto y á tiempo, se morirá muy en breve... ¿entiende Vd. esto...? se morirá y se irá al mismísimo infierno, que es su propio lugar, como lo reza la Biblia. Ahora, vamos, haga un esfuerzo. Yo le ayudaré, por esta vez, á llevarlo á su cama.

Entre los dos, y no sin mucho trabajo, nos dimos trazas de llevarlo arriba, á su cuarto y acostarlo sobre su lecho, en el cual dejó caer pesadamente la cabeza sobre la almohada como si se sintiera desmayar.

—Ahora, recuérdelo bien, dijo el Doctor, para descar-