Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/321

Esta página ha sido corregida
306
LA ISLA DEL TESORO

niendo esto, ¡qué peligro tan terrible no teníamos en frente! ¡qué momento tan crítico aquel en que las sospechas de sus secuaces y cómplices se trocaran en perfecta realidad! ¡qué lucha tan á muerte y tan desigual, la de cinco marineros vigorosos, ágiles y decididos, contra un viejo inválido y un débil niño!

Añádase á esta doble preocupación el misterio que aun envolvería, á mis ojos, la conducta de mis compañeros; su inexplicable abandono de la estacada; su no menos extraña cesión del mapa de Flint, ó, lo que todavía era para mí más incomprensible, aquella última prevención del Doctor á Silver: “Cuidado con un chubasco posible cuando se encuentre.” Añádase todo esto y se comprenderá sin dificultad qué poco sabor pude tomar á mi almuerzo y con qué poca tranquilidad me puse en marcha detrás de mis capturadores, en busca del dichoso tesoro.

Nuestro aspecto era bien curioso y hubiera divertido á cualquiera que hubiese podido vernos: todos con trajes de marino perfectamente sucios, y todos, excepto yo, armados hasta los dientes. Silver llevaba dos fusiles colgados, uno sobre el pecho y el otro á la espalda, ambos en bandolera; al cinto llevaba ceñida su gran cuchilla y en cada bolsa de su saco una pistola. Para completar esta extraña figura Capitán Flint iba posado sobre su hombro chapurreando toda clase de tonteras y frases incoherentes de charlas marinas. Yo marchaba atado á la cintura por una cuerda cuyo extremo llevaba el cocinero á ratos con su mano desocupada, á ratos sujeta con su poderosa dentadura; no me quedaba más recurso que seguirle humildemente, pero lo cierto es que parecía yo un oso de feria.