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OTRA VEZ EL DISCO NEGRO

después de salidos... ¡ah! no se figure que dejamos de ver claro en esto: Vd. no juega limpio, John Silver, y eso es lo peor que puede hacer. Cuarta: ese muchacho que se nos ha colado esta noche y á quien Vd. defiende.

—¿Eso es ya todo?, preguntó tranquilamente Silver.

—Con lo que basta y sobra, contestó Jorge. Me parece que todos tendremos que vernos colgados y secando al sol, todo por culpa de Vd.

—Pues está bien. Voy á contestar á esos cuatro puntos, uno por uno. ¿Con que yo he hecho un jigote de esta expedición? ¡Vamos!... ¿acaso ignoran Vds. lo que yo quería y lo que había resuelto? Vds. saben bien que si aquello se hubiera hecho esta noche estaríamos todos á bordo de La Española, como siempre, todos vivos, todos contentos, muy bien comidos, mejor bebidos y con el tesoro almacenado en la cala, ¡con mil demonios! Y bien, ¿quién se me interpuso? ¿quién forzó mi mano que era la del legítimo capitán? ¿quién me hizo pasar el disco negro el mismo día que desembarcamos y comenzó esta danza?... ¡Ah! ¡bonita danza por cierto! Ya me veo en ella con Vds. hasta el verdadero fin. Esto me parece tan gracioso y divertido como si viera una gaita colgando en la punta de la horca en la Playa de los Ajusticiados. Pero ¿de quién es la culpa? Pues bien, fueron Anderson, y Hands, y tú, Jorge Merry, los que determinaron aquello. Tú eres el único que queda vivo de esos oficiosos impertinentes, y ahora te me vienes con la insolencia estúpida y endemoniada de ponérteme enfrente para tomar mi puesto de capitán... tú que has hundido á la mayoría de nuestra tripulación! ¡Por mi patrón Satanás, esto sí que es el más alto colmo de la desvergüenza y del cinismo!