Página:La Isla del Tesoro - Caballero 1901.djvu/223

Esta página ha sido corregida
210
LA ISLA DEL TESORO

del reducto y en seguida aseando los trastos para la comida, ese disgusto y esa envidia continuaron acentuándose más y más en mi ánimo hasta que, por último, encontrándome á mano una canasta de pan, y no habiendo en aquel instante nadie que me observara, me llené de bizcochos todas las faltriqueras y dí con eso el primer paso en la vía de mi escapada.

Era yo un buen tonto, si se quiere, y ciertamente lo que yo iba á hacer no podía calificarse sino como una locura y un acto temerario, pero yo estaba bien determinado á llevarlo á cabo, con todas las precauciones que me era dable tomar. Aquellos bizcochos, caso de que algo me sucediera, podrían alimentarme, por lo menos, hasta el día siguiente.

Después de los bizcochos, la próxima cosa de que me apoderé fué un par de pistolas, y como yo tenía ya de antemano un polvorín y balas, me sentí suficientemente provisto de armas.

Por lo que hace al proyecto en sí, tal como estaba en mi cabeza, me parece que no era del todo malo: iba á buscar, en la división arenosa existente entre el fondeadero y el mar abierto, la Peña blanca que había visto la víspera, y cerciorarme si era ella ó no la que escondía el bote de Ben Gunn; cosa bien digna de ejecutarse, según todavía hoy me parece. Pero teniendo como tenía la seguridad de que no se me permitiera abandonar el recinto de la estacada, mi plan se redujo á despedirme á la francesa y deslizarme afuera cuando nadie pudiera verme, lo cual era en sí tan malo, que bastaba para hacer todo mi pensamiento reprensible. Pero yo no era más que un muchacho y mi resolución estaba perfectamente tomada.