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CÓMO EMPEZÓ LA AVENTURA

Doctor absorbía aire y hacía muecas con la nariz, como las que puede hacer uno que está probando un manjar ingrato.

—Yo no respondo de que aquí haya ó no tesoros, dijo, pero en cuanto á fiebres, apuesto mi peluca á que este es un semillero de ellas.

Entre tanto, si la conducta de los marineros era alarmante en el bote, se hizo ya realmente amenazadora cuando volvieron á bordo de la goleta. Estábanse agrupados sobre cubierta y refunfuñando en medio de su conversación. La orden más insignificante era recibida con miradas torvas y murmuraciones entre dientes y no se la obedecía sino con verdadera negligencia. Es posible que aun los no contaminados en el motín, se hubiesen ya contagiado con la relajación de la disciplina, porque lo cierto es que no había á bordo hombre alguno á propósito para corregir á otros. La rebelión—esto era palpable—estaba ya suspensa sobre nuestras cabezas como una tempestad próxima á desencadenarse.

Y no sólo los pasajeros de cámara éramos los que comprendíamos el peligro. John Silver trabajaba infatigablemente yendo de grupo en grupo, distribuyendo consejos a todos y siendo un modelo verdadero con su ejemplo de sumisión y dulzura. Nada podía igualarse en aquellos momentos á su comedimiento y cortesía; era una perenne sonrisa la que había en sus labios para todos y cada uno de nosotros. Si se le mandaba algo, al punto saltaba sobre su muleta, clamando con el tono más complaciente del mundo: “¡Corriendo, corriendo, señor!” Y cuando no había nada especial que hacer, él cantaba una canción tras de otra como si tratara de ocultar con ellas el descontento de los demás.