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Aquella hermosa Egida de que penden
Cien flecos bellos de oro, y en contorno
Se divisa el terror y las querellas,
La discordia, la fuerza, la derrota,
La atróz persecucion y la amenaza.
En medio de ella estaba la cabeza
De la fiera Gorgona, monstruo enorme,
Esta cabeza horrenda, y formidable
Porténto del gran Júpiter supremo.
Despues pone la Diosa en su cabeza
Un gran yelmo de oro refulgente,
El qual quatro penachos sombreaban,
Y era muy suficiente y adaptado
A cubrir las phalanges que pudiesen
Reunir cien ciudades populosas.
En fin, subiendo al carro refulgente
Tomó la lanza grave, fuerte y grande,
Con que vence las tropas de los Héroes,
Y quantos son objetos de sus íras.
Juno entonces solícita estimúla
Con el látigo fuerte sus Caballos,
Y las puertas del Cielo al mismo tiempo
Se abrieron por sí mismas con gran ruído.
Estas puertas las Horas custodiaban,
Pues cuidan del gran Cielo y del Olympo,